Me fascinan las cataratas... ¿y a quién no?
A lo largo de mis viajes, he visto muchas cataratas impresionantes, incluyendo las de Iguazú entre Brasil y Argentina, y las del Niágara entre Estados Unidos y Canadá. Ambas son muy famosas por sus dimensiones y por el caudal de agua que pasa por ellas, lo que las convierte en un espectáculo digno de contemplar. Sin embargo, estas cataratas no exceden los cien metros de altura y se quedan bastante cortas comparadas con la catarata más alta del mundo: el Salto del Ángel, en Venezuela.
Este salto de agua cae ininterrumpidamente 979 metros, es decir, casi un kilómetro... desde el Auyan-tepuy hasta el suelo boscoso del Parque Nacional Canaima. Un 'tepuy' es una montaña con la cima plana, denominada así por los indígenas pemón que habitan esta zona en donde los tepuyes son característicos. Aparte de espectaculares, geológicamente son una de las estructuras más antiguas del planeta, y sus formas particulares hacen posible que el río Kerepakupai Merú se precipite al vacío y finalmente llegue al Orinoco, el cuarto río más caudaloso del mundo. Por si fuera poco, el agua cae desde tan alto que llega al suelo en forma de lluvia y siempre da lugar a un arco iris al amanecer... ¿alguien da más?
Todas estas serían razones de peso para visitar la catarata, pero el lugar no tiene fácil acceso. Primero, hay que ir a Venezuela, cuya situación de seguridad no es la mejor en la actualidad. Segundo, hay que volar al Parque Nacional Canaima, ya que no hay carreteras en esa parte del país. Y tercero, hay que contratar un tour que nos lleve a las cataratas en barco. Si no fuera tan difícil y costoso, ya las habría visitado desde Colombia.
Por ahora, sólo nos queda ver fotografías y vídeos en internet... ¡algún día será!
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